domingo, 27 de mayo de 2012



La poesía


La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos. 



Eugenio Montejo 

sábado, 19 de mayo de 2012

Violeta Parra nació en el país mas largo del mundo.
 Tierra de puertos de Neruda, Gabriela y Huidobro.

Vicente huidobro.jpg 

           Vicente -Huidobro

                                 


 Vicente García-Huidobro Fernández (n. Santiago, Chile; 10 de enero de 1893 - f. Cartagena, Chile; 2 de enero de 1948), más conocido como Vicente Huidobro, fue un poeta. Iniciador y exponente del movimiento estético denominado creacionismo, es considerado uno de los más grandes poetas chilenos, junto con Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Nicanor Parra y Pablo de Rokha.

                                                                  Viaje en Paracaídas.

     Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
     Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.
     Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.
     Amo la noche, sombrero de todos los días.
     La noche, la noche del día, del día al día siguiente.
     Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.
     Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas.» He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.
     Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris.
     Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.
     El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.
     Hacia las dos aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.
     Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.
     Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.
     Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso, como un ombligo.
     «Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.
     »Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.
     »Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo y reconstituido, pero indiscutible.
     »Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.
     »Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).
     »Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca, para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.
     »Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador.»
     Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
     Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.
     Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.
     Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
     «Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.
     »Se debe escribir en una lengua que no sea materna. 
     »Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte. 
     »Un poema es una cosa que será.
     »Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
     »Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser. 
     »Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
     »Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.» 
     Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
     Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.
     Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice: 
     »Mira mis manos: son transparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?
     »Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.
     »Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.
     »Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.
     »Digo siempre adiós, y me quedo.
     »Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.
     »Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.
     »Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.
     »Ámame.»
     Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.
     Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.
     Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.
     Y heme aquí, solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.
     Ah, qué hermoso..., qué hermoso.
     Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos, las flores y los caracoles.
     Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.
     Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.
     De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.
     Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.
     La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.
     Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados. 
     Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.
     Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.
     Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.
     Él, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.
     Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.
     El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.
     Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.
     Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.
     El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.
     Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.
     Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.
     Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.
     Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.
     Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.
     La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
     Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
     Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del cenit al nadir porque ése es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
     Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
     Ah mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
     ¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
     Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.
     Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.
     Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso como el imán del abismo.
     Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.
     ¿Qué esperas?
     Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.
     Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.

domingo, 6 de mayo de 2012

Antonio Porchia (1885-1968)


      Antonio Porchia 1885-1968

Su poesía se caracterizó por ser una breve sentencia.


*(/.../)

Situado en alguna
nebulosa lejana hago lo que hago,
para que el universal equilibrio de
que soy parte no pierda el equilibrio.

#

Quien ha visto vaciarse todo,
casi sabe
de qué se llena todo.
#
Antes de recorrer mi camino
yo era mi camino.
#
Mi primer mundo lo hallé todo
en mi escaso pan.
#
Mi padre, al irse, regaló medio siglo
a mi niñez.

#
Las pequeñeces no son lo eterno,
y lo demás, todo lo demás,
lo breve, lo muy breve.
#
Sin esa tonta vanidad que es el
mostrarnos
y que es de todos y de todo,
no veríamos nada y no existiría nada.
#

La verdad tiene muy pocos amigos
y los muy pocos amigos que tiene
son suicidas.
#

Trátame como debes tratarme, no
como merezco ser tratado.
#

El hombre no va a ninguna parte.
Todo viene al hombre, como el mañana.
#

Quien me tiene de un hilo no es
fuerte; lo fuerte es el hilo.
#

Un poco de ingenuidad
nunca se aparta de mí.
Y es ella la que me protege.
#

Se me abre una puerta, entro
y me hallo con cien puertas cerradas.
#
Mi pobreza no es total: falto yo.
#

Si no levantas los ojos, creerás que
eres el punto más alto.
#

No hallé como quien ser, en ninguno.
Y me quedé, así: como ninguno.
#

El mal de no creer es creer un poco.
#

Sé que no tienes nada. Por ello
te pido todo. Para que tengas todo.
#
Vengo de morirme, no de haber
nacido. De haber nacido me voy.
#

Dios mío, casi no he creído nunca
en tí, pero siempre te he amado.
#
Si yo fuese como una roca y no
como una nube, mi pensar, que es
como el viento, me abandonaría.
#

Quien perdona todo ha debido
perdonarse todo.
#
Me hicieron de cien años algunos
minutos que se quedaron conmigo,
no cien años.
#

Se vive con la esperanza de llegar
a ser un recuerdo.
#

Casi no he tocado el barro y soy
de barro.
#

Creo que son los males del alma,
el alma. Porque el alma que se cura
de sus males, muere.
#

El hombre habla de todo y habla
de todo como si el conocimiento de
todo estuviese todo en él.
#

Una cosa sana no respira.
#

Mucho de lo que he dejado de hacer
en mí, sigue haciéndose en mí,
solo.
#

Sí, están equivocados, porque no
saben. Y si supieran... Nada.
Ni estarían equivocados.
#
Todo es como los ríos, obra
de las pendientes.
#
El universo no constituye un orden
total. Falta la adhesión del hombre.
#

Creo que nos habitamos unos a
otros, pero no habitados. Porque
nob podríamos habitarnos unos a otros,
habitados.
#

Durmiendo sueño lo que despierto
sueño. Y mi soñar es contínuo.
#

Las alturas guían, pero en las alturas.

#

Han dejado de engañarte, no
de quererte. Y te parece
que han dejado de quererte.
#

A veces estoy como en un infierno
y no me lamento. No encuentro
de qué lamentarme.
#

Un rayo de luz borró tu nombre.
No sé más quién eres.
#

Cuando me conformo con nada
es cuando me conformo de todo.
#

Mis ojos, por haber sido puentes,
son abismos.
#

Y sin ese repetirse eternamente de
todo, de sí mismo a sí mismo, a cada
instante, todo duraría un instante.
Hasta la misma eternidad duraría un
instante.
#

El hombre, cuando es solamente
lo que parece ser el hombre, casi no
es nada.
#

Sí, es entrando en todo
como voy saliendo de todo.
#

Hallarás la distancia
que te separa de ellos,
uniéndote a ellos.
#

Cien hombres, juntos, son la
centésima parte de un hombre.
#
.0.


miércoles, 2 de mayo de 2012


"ROMEO Y JULIETA"  LOS REYES DEL MUNDO ...



¿Es la poesía un pretexto de la locura?


¿Es la poesía un pretexto de la locura?

¿O es la locura un pretexto de la poesía?

¿O las dos son un pretexto de otra cosa,

de otra cosa excesivamente justa

y que no puede hablar?  
    Roberto Juarroz.

A un siglo de su hundimiento “El Titánic”


 El Titánic en el fondo del océano


El Titánic

A las 11 de la noche del día 14 de abril de 1912, a pesar de incorporar nuevas y avanzadas tecnologías la imprudencia enterró bajo las aguas del atlántico la soberbia de aquellos que creyeron “que ni Dios podía hundirlo.” Esta tragedia marítima de principios del siglo XX, fue capaz de sacudir las conciencias e hizo posible convenios internacionales para la protección de la vida humana en el mar.
En su tiempo era considerado el barco más grande y lujoso del mundo, zarpó desde el puerto de  Southampton Inglaterra el 10 de abril de 1912, con destino a Cherburgo, Queenstown y finalmente a Nueva York. Era el segundo de los trió de los transatlánticos construidos en los astilleros  Harland and Wolff. El 15 de abril a las 2:30 de la mañana el mar sepultaría en sus gélidas aguas al Titanic. Dejaría esté el mundo físico para perdurar en la memoria y en la historia de la humanidad.
Los últimos momentos del coloso han sido reproducidos por las páginas de la historia y del celuloide. Estas han relatado la tragedia que se pudo muy bien evitar si se hubiera tomado las medidas de seguridad necesarias como: la atención a los llamados de alertas lanzados por otros barcos con respecto a los gigantescos bloques de hielo “Iceberg” que se movían en su ruta y la colocación abordo de suficientes botes salvavidas. “La seguridad fue obviada en beneficio del lujo y el confort.”

Uno de los relatos más conmovedores fue sin duda el protagonizado por la orquesta de Wallace Hartley, en un intento para que los pasajeros no perdieran la calma ni la esperanza permanecieron tocando a pesar del hundimiento inexorable del barco; sus ocho integrantes jamás fueron hallados. Existen especulaciones acerca de la última melodía interpretada por ellos, la cual pudo ser «Más cerca, oh Dios, de ti».
Los sobrevivientes al describir la tragedia del Titánic dejaron entrever como malas decisiones entre ellas: poner en retroceso las maquinas del buque lo cual, resto potencia a las mismas e hizo difícil el viraje a tiempo del barco, no tener claro la cantidad de pasajeros que podían subir a bordo de los botes salvavidas y no llevar las luces de bengala rojas, usadas para el “SOS.” Todos estos hechos cobrarían la vida de 1517 personas; en su mayoría pasajeros de tercera clase.
En 1985 Robert Ballard, de la Institución Oceanográfica de Woods Hole, descubrió los restos del Titánic a 4000 metros de profundidad y a 625 km al sudeste de terranova. Este hallazgo sirvió para que otras expediciones saquearan los objetos que guardaron por casi un siglo las aguas del atlántico norte. A casi cien años de la catástrofe del Titánic, el crucero Costa Concordia el 13 de enero de 2012, encalló  frente a la isla italiana de Giglio,  con las graves consecuencias de al menos 28 muertos y 4 desaparecidos. La negligencia y la soberbia son los causantes de este nuevo desastre marítimo; al parecer el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.